Todo empezó en el colegio, estaba cursando décimo, cuando el entonces joven Ronaldo Trujillo tuvo que preparar un proyecto para la semana del emprendimiento en su colegio ubicado en la Tagua, un corregimiento del municipio de Puerto Leguízamo en Putumayo. Él decidió hacer un kepis y le dijo a su mamá: “mami quiero ser aviador”, este relato lo comentó con sus ojos visiblemente aguados Sandra Parra, la mamá del hoy Alférez Trujillo, en la ceremonia del vuelo solo, el primer gran paso para avanzar en su sueño de convertirse en piloto militar.
Después de nueve horas en lancha, los orgullosos padres tomaron un taxi desde Puerto Arango hasta Florencia, Caquetá, trayecto que duró 30 minutos, luego se fueron en bus hasta Neiva, Huila durante cinco horas. De Allí tomaron otro bus hasta Bogotá, un desplazamiento que empleó cinco horas más, para finalmente tomar el último bus que los llevaba a Villavicencio, donde a las 08:00 horas iniciaba la ceremonia militar en la que reconocían la disciplina de su hijo, al avanzar satisfactoriamente la etapa que le permitió volar solo.
Pues bien, era precisamente la hora del acto protocolario, todo estaba listo para iniciar, pero faltaba la familia Trujillo, quienes venían desde Puerto Leguízamo, municipio que algunos no tienen claro dónde está ubicado en el mapa, sólo que suena ser muy lejos y, en efecto lo es. Por tal motivo, y aunque las ceremonias militares se distinguen por el cumplimiento estricto en los horarios, el señor Brigadier General Alejandro Vélez, Comandante del Comando Aéreo de Combate No. 2, Unidad en la que está recibiendo la formación de vuelo Ronaldo, decidió esperar “lo que fuera necesario” dicho por sus propias palabras, a esta familia que, sin importar distancia, estaba haciendo todo lo posible para poder llegar a celebrar los avances de su hijo.
La espera fue de un poco más de una hora, pero tan pronto llegaron, los ojos de todos los integrantes de esta familia se iluminaron, corrieron a darse un fuerte abrazo y sin importar las más de 27 horas de viaje, el Alférez Trujillo, pudo tener a sus padres en la ceremonia donde, junto a ocho de sus compañeros tuvieron la imposición de bufandas, acto simbólico que atañe a todo el sacrificio que vivieron los pilotos en la primera guerra mundial y, de igual forma, se les hizo la entrega de los diplomas que les reconoce su primer vuelo solo en la aeronave T-27.
Una vez culminaron los actos protocolarios, todos los padres presentes demostraron la felicidad y el orgullo representado en sus hijos; un claro ejemplo, era aquella familia de Putumayo, educadores de profesión, quienes con emoción contaron que, a pesar de ser provenientes de un lugar muy apartado de las ciudades capitales, apoyaron a sus hijos y les enseñaron los valores pertinentes para que lucharan incansablemente con constancia y disciplina por hacer sus sueños realidad.
El Alférez Trujillo, por su parte, contó brevemente que desde que sintió ese anhelo de ser aviador, empezó a investigar y encontró en la Fuerza Aérea Colombiana todo lo que siempre había deseado: volar para servir a su país y, sin medir distancias, inició su proceso de incorporación, en el que tuvo que hacer largas travesías en varias ocasiones para poder asistir a las citas que, satisfactoriamente aprobó y hoy le permiten estar ad portas de lograr su anhelado sueño.